Los asesinos de las palabras – 6. Suicidando a Cervantes

Intento entender la difusión que pudo tener una novela como Don Quijote de la Mancha en una primera edición en su momento y trato de visualizar el círculo de amigos de Cervantes, el de su mentor el conde de Lemos, su editor… Ahora, trato de llevar estos círculos de recomendaciones a los amigos de los amigos y conocidos, no sin descontar las variables de los que no supieran leer y escribir, que eran abundantes, los que no lo hicieran con la fluidez necesaria, que superaban en número a los anteriores, y los que no tenían ningún interés en leer otras cosas mas que las necesarias a sus vidas, que eran sin duda legión.

Después, entre el reducido número de aquellos que se interesasen por la lectura de esta universal obra, me pongo a considerar la variable de los que pudieran conseguirla. Me refiero a la posibilidad de encontrar una edición disponible, a la venta o en préstamo, teniendo en cuenta lo incipiente de las imprentas, su escasa capacidad de tirada, las altas tasas que habían de pagarse, los permisos, la censura y todas estas cosas. También considero en mis cálculos que no habían más bibliotecas que las de las universidades y las privadas de los conventos, en las que antes de dar a conocer la cultura la escondían.

Si en el primer año de vida esta insigne novela llegó a tener mil lectores, ya serían muchos

Siendo yo hombre de letras más que de números, pero echando unas cuentas con los cinco dedos de una mano, ya que necesito la otra para andar marcando, todo esto me lleva a considerar que si en el primer año de vida esta insigne novela llegó a tener mil lectores, ya serían muchos.

Seguramente tardaría no menos de doce meses en llegar a las américas, donde tampoco encontraría muchos más lectores, y algo menos a París, a Amberes, a Bolonia, a Milan o a Venezia, aunque como habría allí de traducirse, en la mayoría de los casos, dudo que su universalidad se consiguiera en menos de tres o cuatro años.

No creo que con ese planteamiento se le ocurriese al bueno de don Miguel el vivir de su obra y mucho menos al de Lemos sacarle rendimientos, por lo que pienso que el único que esperaría un beneficio directo sería el impresor que, prudentemente y como suelen hacer, comenzaría con pequeñas impresiones cuya venta estaría garantizada casi por encargo o entre familiares y amigos del autor y sus mentores.

El creador es creador allá donde estuviere y de todo sitio y experiencia saca inspiración

De esta manera, Cervantes no tuvo otra que ser hombre de muchos oficios; desde soldado de fortuna a recaudador de impuestos y hasta ladrón de algunos de ellos al cabildo, lo que daría con sus huesos en la cárcel en Sevilla y le brindaría la oportunidad de tener allí el sustento necesario para empezar a escribir la vida de Sancho y su fiel señor don Quijote. No era esta la primera vez que el hombre que era el escritor se vería arropado de estas cadenas, pues ya las había probado con el moro muchos años antes, inspirándole igualmente alguna de sus obras. El creador es creador allá donde estuviere y de todo sitio y experiencia saca inspiración. Una inspiración más libre cuanto menos se tiene la pretensión de vivir de ella.

Los dos amparos del escritor son cárceles y mecenas

Pero a este amparo del escritor del cautiverio, que proporciona un sitio fresco y en soledad al escritor y el mendrugo de pan que necesita a su sustento, se le añadían entonces otros mecenazgos no menos importantes, generalmente el de los nobles que tenían el único peligro de exigir del escritor que pensara y reflejara aquello que se les acomodaba. Pero, como todo en esta vida, estas relaciones simbióticas juntaban a gentes más liberales con sus afines, como el caso de Cervantes y el de Lemos, o a otras más reaccionarias y menos nobles a pesar de los títulos con escribanos acólitos y mercenarios de letras, como el caso contrario de Quevedo y el de Osuna que dio en un sin fin de escritos necesarios a los intereses del poder e igual de convenientes al peculio del escritor.

Así llegamos, al día de hoy, en un marco tan increíble como la globalización y las nuevas tecnologías en el que un triste blog como este es leído mensualmente por más de mil personas y en el que cualquier publicación que haga es inmediatamente alcanzada por todo tipo de gentes en los más diversos rincones del mundo.

Uno podría pensar que con estas magnitudes de escalofrío y en un mundo en el que, frente a aquel en que a duras penas se llegaba a una alfabetización del cinco por ciento de la población, casi todo el mundo sabe leer y una buena parte tiene verdadero aprecio por la lectura, la calidad literaria, y del pensamiento, habrían tenido un crecimiento exponencial acorde con esta evolución de los tiempos.

Sin embargo, no es así. Los mecenas por el gusto desaparecieron, quedando solo los del interés, y al timón del negocio editorial quedaron solo los impresores que, a su vez, ven tambalearse sus imperios ante el inexorable avance de un mundo digital al que se niegan a dar su prestigio y reputación.

Por su parte, el escritor ha quedado náufrago en esta vorágine y ha pasado su motivación de escribir grandes obras a vivir de obritas. Proliferan así los talleres de escrituras, más que los de mecánicos, y una legión de adeptos a juntar líneas se convierte en su nutrida hueste dispuesta a inundar ese mundo global con sus letras comerciales.

Cuando la aspiración esencial del escritor se centra más en vender la escoba que en hacer la mejor, suele pasar que el pensamiento se empobrece tanto como la cultura a la que estamos llegando y que por mucho alcance que brinde este mundo global y la tecnología, las letras de ese escritor náufrago y a contracorriente alcanzarán a iluminar tan pocas mentes que estas nada podrán hacer por mover el pensamiento de una sociedad abocada a la pobreza espiritual más cada día.

¿Dónde están los mecenas dispuestos a luchar contra esto?

¿Dónde quien se atreva a dar soporte e impulso a aquellos escritores a los que les mueven otras motivaciones?

Nos queda quizás el amparo de las cárceles tan solo, pero estas están tan saturadas que a duras penas pueden ofrecernos un rincón donde crear en intimidad. Es frustrante tener el mundo más al alcance de la mano que nunca y no poder llegar a él. Al final solo queda claudicar.

Este mundo está tan orientado a matar el pensamiento que hoy los escritores tratamos por todos los medios de matar a nuestros Cervantes y alimentar el Stephen King que llevamos dentro, pero, como todo, suele ser solo debido a que se impone en nosotros el natural instinto de supervivencia.

Este suicidio de nuestro Cervantes no creáis que va a entristecer mucho al sistema. Las democracias han ajustado la cultura a lo conveniente también para su supervivencia. El mismo camino de vocaciones ha afectado a nuestros políticos y si a principios del siglo pasado eran todavía los ideales y el pensamiento los que movían sus vidas, hoy los mueve el mismo afán de poder, popularidad y dinero conseguido con el mínimo esfuerzo.

Cultura y política se han vaciado al unísono

Es curioso cómo la política y la literatura siguen caminos tan paralelos y observar cómo se han vaciado al unísono. ¿Casualidad? No lo creo. Solo basta contemplar la talla de nuestros políticos de hoy, en todos los órdenes, para darnos cuenta de cómo se ha degradado su discurso y su pensamiento y cómo cada día el nivel de preparación, cultura y educación que tienen es menor. Tan solo es necesario que nos fijemos en su discurso y su debate, en su estudiado posar ante las cámaras y sus acartonadas sonrisas de silencio ante las preguntas inconvenientes. Por no fijarnos en su s expedientes académicos o en cómo han obtenido sus títulos y méritos, si los tienen.

Es este estado impersonal el único mecenas que subsiste, pero como el de Osuna busca sus Quevedos mientras da de comer a ese mundo global, sus Corines Tellados, sus Estefanías y sus Kings.

Añoro los mecenas libres y sin interés que alentaban Cervantes. Quizás elegí un mal momento para nacer A-narquista y haya de reconvertirme en A-ristocrático, antes de elegir y perseguir ser un monárquico King.

Para todos los amantes de convertirse en King, recomiendo este libro «Cervantes, el hombre que inventó la ficción«. Háganlo, es ético querer vivir de las letras, pero háganlo con calidad.

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